Por la televisión vi morir a un fiel amigo, el lente de la cámara apuntando como si fuera un testigo, un niño convirtiéndose en asesino, valorando la vida menos que un puño de tierra, con la más grande crueldad que arroja esta esfera inquieta, con una sonrisa siniestra dibujada en su faceta y un palo entre sus manos machacando una figura tierna, la figura de un perrito casi escondido entre unas macetas, solo una marca de sangre llorando la falta de inocencia.
Y nos llamamos seres humanos, seres cultos y que pensamos, no tenemos patas y la mayoría usa zapatos, porque sería ilógico ser natural, ir descalzo por la gran ciudad se burlarían o dirían que se vería mal y sin embargo no dejamos de ser animal.
Hoy dará la función de circo Momo, un oso con heridas en su lomo, cada practica la vive con el látigo, solo queda la censura de aquel acto inhumano, crudo y frio como la actitud de las manos de ese tipo, se cobija en el dolor vendado por gruñidos, una jaula metálica y fría como su más tierna amiga, y esos barrotes son cómplices de su última función como despedida.
¿Sera normal que a los niños les inculquen el maltrato animal? Una diversión con tortura para una raza que no tiene cultura durmiendo desnuda bajo su censura, con el título de “humano” y sin aplicar el significado, pasando el rato saludando con sangre ajena a la cara del maltrato.
Lastro, era el nombre de ese gato, siempre fiel a su dueña y sin embargo una víctima más de manos perversas, porque lo tomaron a la fuerza y le unieron con cinta adhesiva una bolsa de plástico a su cabeza. Le arrebataron sus siete vidas cuando le quitaron la primera dando paso a un escalofriante espectáculo, y al final un irreversible destino marcado, un gato asfixiado por una bolsa de plástico en un lote baldío olvidado por un chico que lo robo solo para matarlo.
A veces pienso que hay algo en el ambiente por esos asesinos que no título como “gente”, que toman como diversión la muerte de una especie, que dan saltos de alegría ante actos tan dementes, ponen una sonrisa cuando ven a un animal muriendo, espero sigan sonriendo cuando se estén quemando en el infierno. Y no es que sea religioso, lo que pasa es que soy un animal rencoroso, por que desconozco ser humano con esos sucesos espantosos.
En una gran plaza, ahí será su tormento, con dolor, banderillas y una espada le aguardara el firmamento, la afición da gritos de alegría convirtiéndose en fieles seguidores de la sangre fría, y un animal que poco a poco deja de luchar, tal vez se a dado cuenta que ha llegado su final. En una escena miserable y sin motivo, por fin se baña de gloria el matador que a “vencido” y a cortado una oreja como trofeo ese maldito asesino.
No es galanura bailar con un capote, no es de humanos matar por deporte, las banderillas en la mano no son nada elegantes y torturar a un animal en una plaza no se le puede llamar arte. Al toro le llaman bestia por ser agresivo, a veces no se quién es más bestia, el toro por ser animal ó el humano por ser asesino.
Entre el bosque y su silencio se escucha crujir un monstruo de acero con afilados dientes que llegan hasta el hueso, solo se escuchan los gañidos de ese zorro preso, una cadena que limita sus movimientos solo quedara el desangrarse y hacerse más lento, terminara con su piel en un aparador donde no existe lo sintético, enjaulado para hacer negocios en el mercado negro, y al final será el mismo sádico premio, le arrebataran su abrigo para ponerle precio. Aún vivo y atado de las patas le arrancaran la piel con tijeras afiladas, solo queda ese cuerpo rojizo y aún con vida unos ojos que lloran de dolor muriendo en el olvido.
NO AL MALTRATO DE NINGUNA ESPECIE.
SEM@NTIKO
Leave a Reply